La Comisión Europea ha establecido que el aprendizaje
permanente es toda actividad de aprendizaje
útil, realizada de manera continua, con objeto de
mejorar las cualificaciones, los conocimientos y las
capacidades.
Esta definición, que en pocas palabras abarca un
ámbito muy extenso, nos obliga a reflexionar y a comprender el
porqué de su necesidad y qué debemos de hacer para lograr que dicho
aprendizaje sea una realidad en nuestra sociedad.
Desde el ámbito de la
educación y de la formación, el aprendizaje es un proceso
acumulativo por el que las personas adquieren diferentes
tipos de conocimiento, cada vez más complejos, con los que abordan
diferentes situaciones profesionales, personales, y sociales. Dicho
aprendizaje, no surge solo por una única vía, sino que se van a ir
estableciendo diversas formas de adquirirlo, que deberán de ser cada
vez más flexibles y cercanos a los ciudadanos, y que podríamos
resumir en tres principales:
Un Aprendizaje Formal,
referido a la adquisición de capacidades y conocimientos en un
contexto organizado, con un reconocimiento y certificación oficial.
Un Aprendizaje No Formal,
referido a un contexto de experiencia a lo largo de los años en una
actividad determinada, o a una actividad donde se adquieren los
conocimientos en un contexto menos organizado, complementario a las
actividades del aprendizaje formal y sin certificación oficial.
Un
Aprendizaje Informal, referido a la adquisición de
conocimientos y capacidades en un contexto de aprendizaje en la vida
diaria, sin organización expresa, por medio de diversos medios, y
sin certificación oficial.
El reto de estos próximos años va a
estar en que el mayor número de personas acceda a diferentes tipos
de información y conocimiento, a través de estas tres vías que se
deberán dinamizar de manera clara, de forma que toda la sociedad
pueda tener la oportunidad de desarrollar al máximo su potencial,
sintiéndose miembros de una sociedad que avanza y a la que brindan
de diversas maneras sus propias aportaciones.